Cuando a principios de este año la COVID-19 empezó a dominar nuestras vidas, el mundo se metió en Internet. Este cambio repentino a la enseñanza a distancia, a trabajar desde casa y al confinamiento de las familias provocó un aumento en la demanda de las comunicaciones telemáticas, lo que generó una carga adicional en plataformas de Internet como Zoom, Netflix y herramientas educativas como Kahoot. Se produjo un aumento considerable del tráfico en los proveedores de red.
Ante un panorama con millones de llamadas diarias en Zoom y atracones interminables de Netflix, muchos se preguntaron si Internet sería capaz de soportar la tensión de un crecimiento tan rápido del tráfico y de la latencia. ¿Provocaría una caída catastrófica de Internet? Entonces nuestra respuesta fue: probablemente no.
¿Pero teníamos razón? Ahora que ya hace más de un mes que el mundo está con órdenes de cierres y confinamiento en casa, con un crecimiento en el uso de plataformas de aplicaciones, consumo de contenidos telemáticos y tráfico de Internet en general, podemos decir:
“No, el aumento del uso de Internet no provocará una caída catastrófica de Internet”.
Como se esperaba, Internet ha sido resistente. No existe un solo “Internet” que se caiga catastróficamente gracias a su arquitectura fundacional de “red de redes”.
Esta arquitectura significa que todos los participantes interconectados cumplen una función para mantener la resistencia de Internet:
- Los proveedores de red con abonados («último tramo»), incluidas las redes comunitarias
- Proveedores de red troncal
- Puntos de Intercambio de Internet (IXP)
- Redes de distribución de contenidos (CDN)
- Plataformas de aplicaciones y proveedores de contenido
Todas las llamadas de Zoom, vídeos de Netflix y exámenes de Kahoot confían en que esta arquitectura funcione como es debido.
Sin embargo, durante estos dos últimos meses sí que se ha producido un fallo garrafal: el garrafal fallo de ampliar y facilitar el acceso a la conectividad de banda ancha de «último tramo».
Por no hablar de la brecha que se ha puesto de manifiesto en los países desarrollados, donde el acceso a Internet es todavía más limitado o ni siquiera existe. Esta brecha digital de último tramo ha dado pie a conexiones a Internet que se esfuerzan por posibilitar videoconferencias profesionales, herramientas educativas audiovisuales o transmisión de vídeos, sobre todo cuando se utilizan simultáneamente. Los estudiantes que no tienen una conexión a Internet en casa tienen que sentarse fuera de los colegios o bibliotecas, para usar la conexión wifi y hacer los deberes.
En próximas publicaciones del blog, analizaremos algunas observaciones, mediciones y estadísticas de todo el sector para examinar las tendencias apreciadas por los participantes mencionados anteriormente y veremos cómo están haciendo frente al aumento del uso. También veremos qué están haciendo algunos países del mundo para reconocer la importancia de disponer de acceso a Internet de forma asequible y las iniciativas que se están poniendo en marcha para cerrar la brecha digital.
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Imagen de Chris Montgomery vía Unsplash